Prologo
El reloj marcaba el medio día, rápidamente salí de la vieja capilla donde me encontraba. Mire a mi alrededor y comprobé que estaba desierto, al igual que en el interior de la construcción religiosa, como si nada ni nadie se atreviera a pasar por ese lugar.
Las hojas no cubrían mas los árboles, todas ellas en el suelo, pintadas en tonalidades marrones, se respiraba el aire otoñal y eso me preocupaba, la primavera acababa de empezar hace una semana, no debería haber indicios del otoño. Unos murmullos provenientes de la capilla hicieron que volteara. Ahí me di cuenta que desde que llegué a aquel lugar mis sentidos se agudizaron, lo que antes parecía insignificante se incrementaba a mi alrededor. Observe la capilla, no era grande, pero tampoco pequeña, era hermosa y extrañamente familiar, y al mismo tiempo, no lo era, jamás había estado aquí, pero conocía el lugar.
Apresuradamente me dirigí a las puertas de la capilla; un sentimiento de ansiedad me inundaba por dentro, no sabia por qué, pero tenia que entrar, y ese fue mi peor error. Al momento de atravesar aquellas gruesas puertas de madera la ansiedad fue remplazada por un enorme miedo. Una nota proveniente de un piano llamo mi atención, busqué el origen, con el vago intento de encontrar a alguien, pero no vi nada. Mi ropa se sintió pesada. Cuando miré lo que llevaba puesto, note que los jeans y la blusa púrpura que llevaba con anterioridad habían sido remplazados por un hermoso vestido; costuras detalladas, falda amplia, mangas esponjadas y aquel color aperlado, era un vestido de novia, mis ojos se abrieron desmesuradamente por el shock que me produjeron mis propias pensamientos. ¿Un vestido de novia? Pero… ¿Por qué lo llevaba puesto? Un pánico me inexplicable me hizo un nudo en el estomago.
Volví a escuchar aquella nota musical y después de ella le siguió otra, hasta formar una melodía que reconocí como la Marcha Nupcial, pero no era la melodía a la que me había acostumbrado, esta era mas fúnebre, ya no representaba el día mas feliz de mi vida, era como si marcara mi condena, mi propia muerte.
Mi cuerpo comenzó a danzar a través del pasillo hacia el altar, al compás de la melodía. No quería seguir caminando hacia allí, quería salir de ese lugar lo mas rápido posible, ir a mi casa y abrazar mi almohada favorita en un ataque de desconsuelo, pero mi cuerpo no parecía querer cooperar conmigo. Me detuve al tope de los pequeños escalones, mire a todos lados, mi rostro no mostraba expresión alguna, pero mis ojos imploraban ayuda, una ayuda que sabia en el fondo de mi alma que nunca llegaría.
Sentí mi vientre húmedo, mis manos se dirigieron automáticamente a el, la música seguía sonando, retumbando en mis oídos y mi cerebro, era penetrante, observe mis manos y el pánico que ya sentía incremento de una forma que creía imposible, mis manos estaban impregnadas con un liquido rojo, era sangre, mi sangre.
Todo comenzó a dar vueltas, tenia ganas de vomitar, no sabia que sucedía, no entendía absolutamente nada, un momento estaba platicando con Carina y al siguiente me encontraba en un lugar que me hacia sentir miedo y nauseas al mismo tiempo.
Las puertas de la capilla se abrieron estrepitosamente, voltee solo para notar como mi rostro de confusión cambiaba a uno de pavor, en ese momento jamás paso por mi mente que terminaba de ser Diana Smiths, desde ese instante era Artemisa Bermonte.
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